Volvemos a arrancar un nuevo proceso electoral, esta vez el más genuino, desde el punto de vista de la comunicación, el de se genera con unas elecciones municipales.

Un momento en el que la comunicación política vuelve a ocupar un espacio (voluntario o involuntario), en la mente de todos los ciudadanos.

Desgraciadamente este momento es complejo, los datos ponen de manifiesto que los vecinos no activos políticamente, no están por la labor de cambiar de registro y comenzar a empaparse de propuestas, programas, actos y mítines.

Y todo esto en un período muy corto de tiempo, cuatro meses en los que candidatos de más de 8000 pueblos, tratan de destacar con ideas y mensajes a cual más llamativo.

Pero hoy las campañas ya no van de eso, las campañas, salvo para los no iniciados en política, van de afinidades y simpatías, de gestos y proximidad.

Para los cerca de 5000 municipios de nuestro país que están por debajo de los 10.000 habitantes, las campañas no van de grandes eventos, arriesgados programas o ingeniosos eslóganes. Para esos municipios, la campaña se juega en la calle y en las redes sociales, dos grandes escenarios en los que aquel que sea capaz de posicionarse y despertar emociones, tiene mucho ganado, un espacio en el que la comunicación política se mueve bien.

Hoy volvemos a plantear un nuevo reto, recuperar en cuatro meses, aquello que muy pocos han cuidado en cuatro años.

Ahí vamos.